La desaceleración de la inflación en mayo de 2025, reportada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), ha dejado en evidencia que el poder adquisitivo de los ciudadanos sigue sin recuperarse. A pesar de que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) mostró una disminución en su tasa de crecimiento, el nivel de salarios reales no ha mostrado una mejora significativa. Esta situación se presenta particularmente en un contexto donde la contracción del empleo registrado continúa afectando a la población activa. En este sentido, el análisis muestra que muchas familias siguen enfrentando dificultades económicas para cubrir sus necesidades básicas.
El estancamiento del salario real, que refleja el ingreso ajustado por inflación, ha sido una tendencia constante en los últimos años. Según datos del Ministerio de Trabajo, el ingreso promedio de los trabajadores ha mantenido una caída en términos reales desde 2021. Aunque se evidencian intentos de recuperación, los incrementos salariales no han logrado compensar el efecto de la inflación acumulada. Este fenómeno ha llevado a que una porción significativa de la población se vea empujada hacia la pobreza.
Asimismo, se ha observado que la contracción del empleo registrado, particularmente en sectores clave como la construcción y los servicios, sigue contribuyendo a la precariedad laboral. La falta de contratos estables y bien remunerados ha repercutido en la incertidumbre económica y la incapacidad de consumo de las familias. Datos del INEC indican que desde finales de 2023, la tasa de desocupación se ha mantenido por encima del 10%, reflejando un escenario complicado en el mercado laboral.
Es relevante considerar que, aunque la inflación ha mostrado signos de desaceleración, aún se encuentra por encima de los niveles considerados saludables. Esto implica que la recuperación real del poder adquisitivo es un desafío que podría tomar más tiempo del esperado. Desde 2019, los hogares han visto una erosionamiento significativo de sus ingresos, lo que ha generado un efecto viceversa en el consumo y, por lo tanto, en el crecimiento económico en general.
El efecto de esta situación es que muchas familias están restringiendo sus gastos a lo esencial. La alimentación, salud y educación son, en muchos casos, los únicos rubros donde se realizan gastos, dejando en segundo plano aspectos como el esparcimiento o mejoras en el hogar. Esto podría conducir a una desaceleración aún mayor del crecimiento económico, afectando tanto a pequeños comerciantes como a grandes empresas.
Con un horizonte macroeconómico incierto, surgen interrogantes sobre las medidas que el gobierno podría implementar para revertir esta situación. La introducción de políticas públicas efectivas para fomentar el empleo y acelerar la mejora de salarios podría ser un camino a explorar. Sin embargo, las dificultades presupuestarias y apuros inflacionarios complican el panorama.
Desde la perspectiva histórica, este estancamiento en el poder adquisitivo no es un fenómeno nuevo. Durante las últimas décadas, varios episodios de crisis económica han dejado a la población en situaciones similares, y cada intento de recuperación ha estado marcado por desafíos evidentes. Esta dinámica plantea la posibilidad de que el ciclo se repita, generando frustración en un electorado que busca soluciones concretas.
La falta de un avance sólido no solo repercute en lo económico, sino también en la seguridad social y el bienestar general de la población. La creciente insatisfacción enfrenta a los gobiernos con un dilema: cómo equilibrar el ajuste fiscal necesario y la necesidad urgente de mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. La presión de los movimientos laborales por ajustes salariales justos se intensificará si la situación no mejora.
Así, el futuro parece incierto no solo para los trabajadores, sino también para la economía en su conjunto. Cada día que pasa sin una respuesta efectiva puede hacer que el estancamiento se convierta en un problema estructural, dificultando aún más la posibilidad de crecimiento en el futuro. La historia reciente nos enseña que, sin acciones decisivas, el ciclo de crisis y recuperación puede convertirse en una triste rutina que afectará el bienestar de las generaciones venideras.
